Por Diego Alonso Sánchez Sánchez
Al parecer, vamos a tener que pagar recompensa para que alguien libere el buen fútbol en el mundial de Sudáfrica. Las cadenas de la táctica han amarrado a equipos de los que se esperaba mucho más, como Argentina y Francia. Sus técnicos, cual carceleros, han abierto el candado sólo por momentos.
Hasta ahora el mundial no pinta para nada. Salvo algunas pinceladas de Lionel Messi, ningún jugador o equipo ha dibujado nada que valga la pena en los lienzos de Johannesburgo, Pretoria y demás. Los trazos del argentino no alcanzaron para el paisaje completo pero, por lo menos, mostraron el arte que guarda “la pulga” en su botines.
Van muy pocos partido pero parece que las predicciones sobre un campeonato soso y aburrido, con los mismos de siempre en las últimas rondas, van a cumplirse. Ni el fútbol insulso de Francia, ni el aguerrido de Uruguay, ni el práctico de los norteamericanos; ni siquiera el pícaro de los africanos han llenado la retina de los aficionados. Tampoco ha aparecido ningún nuevo esquema de juego que nos haga pensar en innovaciones tácticas importantes. Por el contrario, se sigue destacando la presencia de los cerrados 4-4-2.
Las esperanzas de libertad para el fútbol están cifradas en Brasil y España. El primero por tradición, por ese fútbol lírico de toque y gambetas que siempre ha caracterizado a la auriverde y que hace que muchos latinoamericanos, sobre todo aquellos cuyos países no están habitualmente en los mundiales, nos volvamos “torcedores” brasileños. El segundo por su presente, por la calidad de sus jugadores y por la sinfonía que monta la selección ibérica cada que salta a una cancha.
Queda mucho mundial y, por fortuna, muchas esperanzas. Porque lo que va hasta el momento nos ha dejado más sinsabores que dulzuras. Sin embargo, confiamos en que el fútbol que hasta ha estado escondido, tal vez perdido en las selvas del continente africano, aparezca en cualquier momento y nos permita disfrutar del espectáculo más hermoso del mundo.
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